Por Ariel Ruya
LA NACION
Lanús planificó darle sentido al campeonato y lo logró. Abrió el juego para todos. Puso esa pizca de pimienta para sazonar el Clausura. Vélez parecía dispuesto a sacarse de encima a cualquiera que tuviese enfrente en su condición de líder del certamen, pero el equipo del Sur no lo dejó y hasta se ubicó cerca, bien cerca, a cuatro puntos del escalón más alto, que sigue en poder del equipo de Liniers, que a pesar de no haber podido continuar con su andar triunfal está arriba de todos.
Será cuestión de entender que cuando están frente a frente dos equipos diseñados con la finalidad de poner la pelota a ras de piso y jugar, es posible ver un buen partido de fútbol. Quizá por ese motivo Lanús y Vélez ofrecieron los mejores 45 minutos en lo que va del Clausura. Más allá de los errores, un condimento que forma parte importante en esta historia de patear una pelota, lo que cada uno propuso es lo que resultó atractivo, lo que permitió ver algo distinto en medio de un campeonato de tanto músculo y puro nervio.
Lanús estuvo a la altura de la circunstancia. Se paró frente al problema con autoridad, entendiendo que la empresa que tenía por delante era compleja y merecía mostrar la mejor versión de su jugadores. El asunto era incomodar al puntero del campeonato, al equipo que llegó hasta el Sur con la confianza de un paso arrollador.
Así desembarcó Vélez. En realidad, como siempre. Ambicioso y dispuesto a imponer condiciones. Más allá de los nombres, el conjunto de Liniers tiene claro qué pretende cuando entra en el campo. En ese contexto fue donde David Ramírez mostró todos sus atributos y le aportó gol al conjunto de Ricardo Gareca. Quizás al Fortín le faltó eso que sí tuvo en otros encuentros: más soluciones a mano. Porque no fue el mejor juego de Ricardo Álvarez ni el de Juan Manuel Martínez. No pudo descansar en ellos el líder del certamen. Así como también quedó en evidencia que aún les faltan algunas horas de vuelo a algunos pibes para asumir la responsabilidad desde el arranque; quizá Bíttolo fue el que más lo sintió.
A pesar de estas cuestiones, estuvo dos veces en ventaja Vélez con la posibilidad de manejar las cosas a su antojo. Sin embargo, Lanús fue inteligente para descubrir cómo molestarlo. Supo cómo aprovechar cada centímetro y fue contundente. Advirtió que esa seguridad que esgrime habitualmente el conjunto de Liniers tenía ayer algunas grietas. Lo puso nervioso, lo obligó a tomar determinaciones equivocadas. Primero fue Hoyos el que vulneró a Barovero; después Valeri fue lacerante por el centro del área y Romero terminó por derrumbar la fortaleza que suelen custodiar Domínguez y Ortiz.
Apeló el entrenador de Vélez a los nombres que le suelen dar respuestas. Movió algunas fichas y puso en el juego a Maximiliano Moralez y a Augusto Fernández. Pretendió darle más peso ofensivo a su equipo. En realidad, le sumó más elementos a esa idea que sostiene casi religiosamente. Pero no pudo quebrar a Lanús.
Es que el dueño de casa se movió al ritmo de Valeri, la figura del encuentro. Fue aplicado en la idea que le ofreció como propuesta su entrenador Gabriel Schurrer. Encontró compromiso en cada uno de sus jugadores y dejó la piel en cada pelota. Porque sólo de esa manera se le gana a un equipo como Vélez. Más allá de todo, el líder vendió cara su derrota y lo empujó al granate hacia su área. Pero Lanús tuvo carácter y fue inteligente. Allí apoyó una victoria especial.
11 es la cantidad de goles que marcó Santiago Hoyos en primera división, en 219 partidos con la camiseta de Lanús (también jugó en San Lorenzo, donde participó en sólo tres encuentros y no marcó). Lo saliente es que este defensor, con el tanto de anoche, ya le lleva marcados dos a Vélez.
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